1.9.07

Mirar a China con otros ojos


Reproduzco más abajo un artículo que Rafael Poch, corresponsal de La Vanguardia en Pekín escribió hace casi cuatro años, pero que está en plena vigencia. Es el desahogo razonado de alguien harto de tener que escuchar siempre lo mismo por parte de personas poco informadas (políticos, periodistas, ...) sobre un país que conoce y aprecia pero del que se da una imagen intencionadamente parcial y a veces llena de sectarismo. No hay día en que los distintos medios de comunicación no se hagan eco de noticias negativas de China. Estoy empezando a estar molesto por la insistencia de periodistas, políticos , tertulianos y demás opinantes, en hacernos ver siempre "la amenaza" de China para nuestra economía, nuestra salud e incluso para nuestra "ética democrática". Sin minimizar ni dejar de criticar y condenar lo que es "de cajón", faltaría más, ya me cansa un poco tanto resaltar los aspectos más feos de la sociedad China. Cuando no es que nos van a dejar sin jamón ibérico, es el plomo en la pintura de los juguetes , la pasta de dientes contaminada, la explotación laboral y los bajos salarios, la censura en Internet, la represión a los disidentes, la contaminación de los ríos, la corrupción, los escupitajos por las calles,... siempre el cristal negro para echar la mirada sobre China.

Cuando informamos sobre China

RAFAEL POCH
| 13/01/2004 - 08:23 horas

Voy a hablar sobre la actitud dominante del periodista y de la prensa occidental en China. De las razones por las cuales esa actitud no me parece adecuada, tanto desde el punto de vista informativo, como ético. Un país en desarrollo es como una mujer embarazada. Su organismo atraviesa un delicado proceso creador que precisa atenciones y cuidados especiales. La transición hacia una sociedad predominantemente urbana implica verdaderas ¿transformaciones hormonales¿ en la sociedad tradicional-agraria. Es un cambio de piel, de valores y pautas. Para la población implicada es un viaje a lo desconocido. Para los políticos que intentan gobernar el proceso, un sinfín de riesgos y amenazas. En el mundo en desarrollo el estado de crisis es norma. Como dijo en su último discurso en Harvard el primer ministro Wen Jiabao: ¿nosotros no podemos permitirnos el lujo de perder el sentido de crisis¿. A un país en desarrollo y a una mujer embarazada, no se le pueden pedir determinados rendimientos, cargas y actitudes. La idea es que cuando nos encontremos en el autobús a un país en desarrollo, nos levantemos para cederle el asiento. Ese gesto no puede confundirse con paternalismo, ingenuidad o condescendencia. Está claramente fundamentado por las leyes de la biología, los valores universales y la experiencia histórica. No hace mucho que en España éramos ¿país en desarrollo¿ (y la ¿aznaridad¿ y el caudillismo característico de nuestro sistema de partidos nos recuerda, que politicamente continuamos siéndolo), con dictadura, partido único, mayoría de población campesina y dominio de la lógica patriarcal sobre la idea de legalidad. Así que, recordando nuestro propio embarazo, estamos en una situación seguramente más favorable que otros, en Europa y América, para hacer ese sencillo gesto de respeto y reconocimiento hacia la mujer embarazada... En la actitud de no cederle el asiento al país en desarrollo hay muchas cosas. Hay amnesia sobre nuestra propia historia. Hay una incapacidad, muy europea, por ponerse en el lugar de quien es diferente. Hay también arcaicos prejuicios y estereotipos de guerra fría, ahora mezclados con nuevos intereses derivados de la rivalidad comercial. Y, finalmente, hay ecos de una actitud colonial-imperialista. Todos esos ingredientes explican, en gran medida, por qué un ciudadano chino normal tendrá hoy muchas dificultades en reconocer a su país en el informe habitual de los medios occidentales sobre China. Voy a referirme a algunas paradojas.
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El periodista que en su redacción occidental tiende a ser conformista, apologético y obediente, puede ser ¿crítico¿, ¿rebelde¿ y extremadamente sectario hacia China y hacia el mundo en desarrollo en general. Si en su redacción central tiende a enfatizar lo positivo y agradable hacia su propio país, en China suele denunciar y destacar lo negativo y deleznable. De hecho se le paga porque así sea, y eso es lo que se espera de él si quiere hacer carrera. Es decir: la crítica sectaria hacia China suele ser ortodoxia en los medios occidentales. Es la otra cara de la misma disciplina conformista.
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Derechos humanos. Hay que distinguir siempre entre ¿derechos humanos¿ y la ¿política de derechos humanos¿, es decir; la utilización política, discriminada y selectiva, de los mismos. La misma lógica de esa ¿política de derechos humanos¿ que llevó en los ochenta a ¿The New York Times¿ a denunciar en editoriales y artículos de portada el asesinato, a manos de policías incontrolados, de un sacerdote en Polonia, el Padre Popieuzko, mientras se marginaba a pequeñas columnas en el interior del diario el asesinato del obispo primado del Salvador, Monseñor Romero, y de decenas de sacerdotes y monjas católicos, en aquella misma década, esa misma lógica, preside hoy la información sobre China. La virulencia es mucho menor, pero la lógica es la misma. Podemos preguntarnos qué habría pasado si la eliminación física, este año, de 2.400 camellos y pequeños narcotraficantes callejeros en 10 meses en una operación limpieza propiciada por el gobierno, se hubiera producido en China y no en Tailandia. Es un escenario plausible para China que en el caso de Tailandia no ha dado lugar a escándalo. Con China habría sido escándalo. La actitud de toda una serie de antiguas o modernas potencias occidentales pontificando sobre derechos humanos en China, es algo particularmente picante allí. Algunas de esas potencias llegaron a China en el XIX como narcotraficantes, condenando a la drogadicción a unos 150 millones de chinos, y tuvieron un gran papel en la crucifixión del país. Y aun no han pedido perdón... Sospecho que estas cosas pesan en la percepción china, de la critica sobre derechos humanos que reciben.
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Abusos laborales. Este año el premio americano ¿Livingston¿ se ha concedido a un corresponsal del ¿Washington Post¿ en Pekín. Diez mil dólares por su descripción de los ¿abusos laborales¿ en China. Merece todos mis respetos, pero aquí lo curioso es recordar que en Occidente la denuncia del abuso laboral raramente es objeto de premio periodístico. Que al ¿Washington Post¿, al ¿Wall Street Journal¿ -como a cualquier diario español- le trae bastante sin cuidado la suerte de los obreros y parados en su propio país, incluso en el mundo en general, un tema que nunca está de moda con administraciones conservadoras o ultras. En China los obreros, su salud, seguridad social, sus sindicatos y hasta la presión arterial de sus ancianas madres, como quien dice, les importa a todos ellos. En China todos los medios son ¿laboristas¿, como eran ¿disidentes¿ en la URSS de los setenta y ochenta, cuando los abusos de la tiranía soviética eran el primer objeto de la denuncia mediática, pese a que su realidad iba claramente por detrás de los de Centroamérica o América del Sur. En aquellos patios traseros occidentales, los disidentes no eran enviados a los campos de Mordovia, sino que eran directamente torturados, desaparecidos y descuartizados por regímenes subsidiarios del imperio, que daba, y sigue dando, lecciones de moralidad.
- Al hablar de China, la publicística occidental omite, frecuentemente, aspectos importantes del panorama en un país en desarrollo que no son actuales en una sociedad desarrollada. Una información que busque la calidad, debería referirse a la totalidad del panorama, de lo contrario lo caricaturiza. Por ejemplo;
- En la situación del Sida, no todo se reduce a los escándalos de transfusión en Henan, a la negativa de atención medica por prejuicios o discriminación económica. En China no solo hay corrupción. A diferencia de Rusia, también hay ¿lucha contra la corrupción¿. No sólo hay prejuicios culturales mojigatos. También hay campaña y esfuerzo institucional contra esos prejuicios. En Yunan, por ejemplo, se ha hecho un buen trabajo de prevención y asistencia que está bien documentado por ONGs occidentales. Desde que el Secretario General de la ONU dio una reprimenda sobre el horizonte del Sida en China, la actitud oficial ha cambiado radicalmente. Pero de ello no se habla, o se habla poco.

- Lo mismo se puede decir sobre la crisis del Sars. Hubo muchas más cosas, aparte de la ocultación de información inicial. La idea de que todo aquello ocurría en un estado burocrático, fue completamente despreciada del informe. La movilización popular contra el Sars, frecuentemente ridiculizada como ¿campaña maoísta¿, fue ejemplar y eficaz para un país ¿embarazado¿.

- En un plano más general; la opción de los dirigentes chinos de priorizar el desarrollo y la estabilidad sobre la democratización y la reforma política, merece ser tomada en consideración. Observada desde Rusia, otro país en desarrollo, esa opción presenta una gran racionalidad interna y a medio plazo puede resultar en una democratización más genuina.
En Moscú ya hay una discusión sobre el asunto. Algunos, como Solzhenitsyn, dicen que la democracia rusa (con parlamento decorativo, instituciones débiles y desprestigiadas que restan gobernabilidad a la transformación, y sin la rotación en el poder que sí se ha producido en Bielorrusia, Ucrania y Mongolia, por ejemplo), solo será autentica si se construye desde la base. Los chinos parecen estar haciendo algo así, gradualmente y sin prisas. Las elecciones locales en Pekín han sido una muestra del progreso de una imperfecta democracia directa a nivel local, que afecta a 900 millones de chinos en más de 600.000 localidades de todo el país, un dato enorme y casi siempre marginado o despreciado por irrelevante en los medios. Repetir que ¿no hay reforma política¿ y perder de vista este tipo de procesos es, sencillamente, imperdonable. La hipótesis de que una ¿democratización ya¿ -como la que parecen abogar muchas informaciones occidentales- degeneraría en una especie de ¿revolución cultural¿ , merece ser tenida en cuenta en un país como China... En términos generales; ni la pena de muerte, ni la censura de Internet, ni el cierre de periódicos, ni la brutalidad que la vida tiene necesariamente en un país en el que el 80% de la población todavía vive en condiciones de subdesarrollo, impiden constatar que el vector de la democracia la libertad de prensa y los derechos humanos, avanza más que retrocede en China (aunque un aspecto esencial de la democracia olvidado en Occidente, la igualdad y la nivelación social, están retrocediendo manifiestamente en China). Naturalmente que los dirigentes chinos utilizan este argumento propagandísticamente. Pero eso cambia poco el asunto: lo mismo ocurre con la utilización política de los derechos humanos: es real y al mismo tiempo no impide que los abusos y atropellos sean verdaderamente graves y serios. La lista podría prolongarse mucho, con excursiones a la política exterior, el comercio de niños y mujeres, y tantos otros aspectos, pero creo que la idea del aspecto grotesco que presenta frecuentemente nuestra información ya ha quedado clara. Que a los chinos no les resulte convincente y que tomen medidas para protegerse de la ¿información¿ que se deriva de tales actitudes, es comprensible. Recapitulando, diremos que en términos históricos, el progreso está siendo bastante rápido. A las sociedades que hoy tienen rentas altas y una población sumada de alrededor de 1000 millones, les costó 200 años acceder a la prosperidad y la democracia. Fue un proceso largo y sangriento, plagado de miseria, matanzas, trabajo infantil, prostitución, abusos y crudos pulsos sociales. El ¿embarazo¿ de China está siendo mucho más rápido y cada vez menos infeliz. El precio humano pagado ha sido alto, pero los resultados de este medio siglo también han sido muy espectaculares y si siguen al ritmo actual, puede que dentro de 50 años, 1600 millones de seres humanos alcancen estándares de bienestar, en solo 100 años, algo que infunde respeto. Cederle el asiento a la embarazada no es disminuir la crítica. Al contrario; es hacerla más seria y eficaz, desmarcarla de la propaganda, apostar por un diálogo firme y respetuoso en todas esas cuestiones. Me alegra constatar que los documentos de la Unión Europea comienzan a ir en esa línea. Y estoy seguro de que los amigos chinos agradecerán ese diálogo.

2 comentarios:

  1. Anónimo8:48 p. m.

    Estoy de acuerdo contigo, José Luís. El motivo es en mi opinión muy simple: temor.

    A perder un estatus global, a perder ingresos e influencia, a compartir mercado. Eso en lo económico y por parte de las organizaciones que detentan los poderes, porque luego en lo social y más a pie de calle también está la xenofobia de baja intensidad.

    Yo, huelga decirlo siendo padre de una china, no tengo ese último miedo. Y el primero no lo tengo objetivamente: tantas cosas positivas y negativas tendrá la emergencia china como la ha tenido y tiene, por ejemplo, la estadounidense. Algunas cosas me perjudicarán y otras me beneficiarán.

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  2. Anónimo9:00 a. m.

    De acuerdo contigo, J. Luis, así como con el artículo y lo mencionado por Eduardo Cabrera.

    Yo añadiría otro motivo, que causa tanto el "cristal de color negro" como las actitudes xenofóbicas: el desconocimiento, incluso (y esto es lo peor) por parte de periodistas. Por tanto, en la representación de las noticias en los medios, se escogen los datos negativos con un tinte de escándalo, o bien las noticias curiosas, dando la impresión de que China es un país lleno de "freaks" dignos de ser expuestos en un circo, que viven dando tumbos en un país caótico. Es la simplificación al extremo de un país extremadamente complejo.

    Muchas veces me avergüenzo del desconocimiento de mis compatriotas, tanto que ya me canso de responder, de repetir, de justificar. Quizás ellos sean más felices en su ignorancia, y yo me ahorraré más de un disgusto tratando de predicar en el desierto.

    Saludos desde el frío, frío norte de Noruega.

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